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La política y los políticos

Partimos de la definición que dan los clásicos de La Política: “El arte de engañar a los pueblos”. A partir de esta definición llegamos a la conclusión de que para ser un buen político es necesario tener una capacidad para “engatusar” a las personas a las que solicita su apoyo.
Los americanos definen el buen político aquel “que es capaz de robar los caramelos a un niño, mientras lo besa”. Más cerca de nosotros, tenemos opiniones como la del Viejo Profesor, que decía que “los programas electorales están para no cumplirlos”, y se quedó tan ancho. Indica hasta que punto en la política hay unas grandes dosis de cinismo.

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Un gran político francés, Georges Clemenceau (1841-1929), preguntado por las condiciones que se precisaban para ser un buen político dijo “ser capaz de desayunar todos los días un sapo crudo”. O sea, que había que tener un estómago especial. También dijo que “gobernar en democracia sería mucho más fácil sin tener que ganar constantemente elecciones”. Pero la frase que más me gusta es aquella que dijo refiriéndose a la muerte de un político importante: “cuando un político muere, mucha gente acude a su entierro. Pero lo hacen para estar completamente seguros de que de verdad se encuentra bajo tierra”. Hoy se diría que mejor incinerado.

Groucho MarkLa mejor definición que he encontrado de la política es la Groucho Marx (1890-1977): “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. No se puede definir mejor con menos palabras.
Un taxista madrileño definió las tres condiciones que se precisan para ser un buen político: “1º. Ser muy ladrón, muy ladrón, muy ladrón. 2º.- Muy mentiroso, muy mentiroso, muy mentiroso. 3ª.- Muy sinvergüenza, my sinvergüenza, muy sinvergüenza”. Mientras decía esta definición estaban dando por la radio las noticias de los EREs de Andalucía.
Pero el ejemplo del político más cínico y con la mayor trascendencia que ha tenido a lo largo de la historia es Julio César; golpista, asesino, corrupto y todo lo que se pueda decir de él es poco. Llorar antes la cabeza de Pompeyo en Egipto es toda una lección para todo aquel que quiera alcanzar las glorias en la política.
Gregorio Marañón (1887-1960), en su obra “El Conde-Duque de Olivares. La pasión de mandar (1936)”, señala que lo que lleva a un político a hacer lo que sea por llegar al poder no es el dinero (que también) si no la pasión del mando. La escena en que el Conde-Duque besaba el orinal del rey, es una muestra de hasta donde puede llegar un político en su ambición de mando.
Como conclusión podemos decir que lo que nos está aconteciendo en estos momentos, no es ni más ni menos que lucha de clanes, de más o menos baja estofa, que quieren alcanzar el poder para salir de la situación de mediocridad en que se encuentran. De todos los clanes el peor y más dañino es el “Clan de los Charlones”, también conocido como “Clan de Somosaguas”.

Publicado enPolítica

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